Artículo escrito el Lunes 4 de octubre del 2010
Las elecciones municipales realizadas el día de ayer, domingo 3 de octubre, han generado una serie de análisis, desde los espectros ideológicos de la derecha y la izquierda, en relación a las causas, y consecuencias, de este proceso electoral en la ciudad de Lima principalmente.
Por un lado, la extrema derecha ha sostenido, a través de "sus" diferentes medios de comunicación, que la izquierda de Stalin, Mao, y Gonzalo, estaría detrás de la candidatura de Susana Villarán, y que un posible triunfo de Fuerza Social significaría un retroceso hacia la barbarie.
Por el otro lado, la izquierda ha sostenido, en los medios donde se lo han permitido, que la izquierda ha renacido como fuerza política (indiferente a los resultados que se puedan dar, ya que sostienen que el nivel porcentual de percepción de votos -39% hasta el momento- les permite dar tal afirmación).
Estas afirmaciones, tanto de la derecha como de la izquierda, resultan caprichosas, por no decir falsas, o erróneas.
¿Por qué?
Porque, en primer lugar, detrás de Susana Villarán no se encuentra ni Stalin, ni Mao, ni Gonzalo. Detrás de Villarán se encuentra una confluencia de izquierda. Es decir, un conjunto político heterogéneo que se caracteriza por estar ubicado en el espectro ideológico de la izquierda (diferenciados por sus referentes de análisis sociales, que pueden ser, por ejemplo, desde Marx y Lenin, pasando por Stalin y Castro, hasta Flores Galindo Y Galeano), y que impulsó, y apoyó, la candidatura de Susana Villarán. Y un triunfo de Fuerza Social no significaría un retroceso, ni pondría en peligro este injusto y cruel modelo de democracia (en realidad, los programas, tanto de Fuerza Social como del Partido Popular Cristiano, P.P.C. Es decir, tanto el de la izquierda como el de la derecha, tienen más coincidencias que diferencias).
Y en segundo lugar, la izquierda no ha renacido como fuerza política.
Entonces, ¿qué se ha producido?
Estas elecciones han producido un nuevo escenario político, otro fracaso, y un país feliz.
Si bien es cierto que este nuevo escenario apertura, para las elecciones presidenciales del 2011, un espacio para una candidatura, electoralmente importante, de izquierda (hecho innegable, a pesar de los obstinados analistas de la derecha quienes sostienen que estas elecciones no han producido un nuevo escenario, y que por lo tanto, de acuerdo a estas apreciaciones, nos encontraríamos en una suerte de inmovilidad política), esta candidatura no reflejaría un renacer político de la izquierda así como el éxito de Susana Villarán no refleja este supuesto renacer.
El éxito de Susana Villaran no es ideológico.
El éxito de Villarán es político. Políticamente peruano. Es decir, tal como se entiende la política en el Perú: gesto, simpatía, y caudillismo.
La ideología es un afeite para los políticos peruanos.
Lamentablemente, para Lourdes Flores y el P.P.C. Se dieron cuenta de esto demasiado tarde (o tal vez a tiempo, no lo se hasta el momento), y desarrollaron su estrategia de campaña (post caída de Kouri) de acuerdo a una diferenciación ideológica (resultaba, entre risible y patético, leer, y escuchar, a Aldo Mariátegui o a Jaime De Althaus, hablar y escribir de un enfrentamiento ideológico -como si se tratara de un enfrentamiento entre el estatismo y el libre mercado-, cuando ya he remarcado, líneas arriba, que los programas, de Lourdes y Susana, son muy parecidos, y porque además estos y muchos "intelectuales", y políticos, de derecha, desde que cayó el muro de Berlín y la U.R.S.S. sucumbió en sus propias contradicciones, pregonan el fin de la historia y: ¡la crisis de las ideologías!). Cuando Flores se dio cuenta de este error (cosa que por ejemplo no hizo Vargas Llosa en las elecciones presidenciales de 1990, quien cometió el mismo error que cometió Flores), y decidió cambiar su estrategia (dejo de ser la políticamente correcta Lourdes Flores para convertirse en una suerte de versión femenina de ese animal político llamado Alan García) desde el día del último debate municipal, estuvo (o está) muy cerca de la victoria (esto se demuestra en el estancamiento, en la última semana, de Villarán -gracias a que Flores, y no sus desafortunados aliados como Correo y La Razón quienes con su campaña ayudaron a Susana,"dinamitó" la imagen, construida en el imaginario social peruano, de Villarán- y en el repentino crecimiento de Flores).
El aparente triunfo electoral de Susana Villarán no significa un renacer de la izquierda, ni mucho menos. Lo que significa, además de la apertura de un nuevo escenario político en el horizonte de las elecciones del 2011, es, en primer lugar, la confirmación de que la práctica política en el Perú se caracteriza por la ausencia total de ideas (cuya consecuencia es el total desconocimiento, por parte del electorado, de los programas y proyectos políticos), y, en segundo lugar, por la resignación de los grupos o movimientos políticos que proponen ideas, y "novedosas" maneras de entender la política (una "nueva" práctica política que se distinguiría por las nada novedosas: presentación de proyectos, lucha de ideas, respeto, honestidad, pero que en el Perú parecería realmente una novedad), a "naufragar" en la política criolla peruana en la cual Fujimori fue presidente, Alan es presidente, y Keiko puede serlo.
¡Y Humala también! (Ollanta, desde el símbolo de su agrupación política -la O de Ollanta- demuestra que su "partido" es él. Y él es un aventurero. Tiene todas las credenciales de un aventurero. Un aventurero con el aval de un sector de la izquierda (así lo demuestra el manifiesto: ¡Por La Gran Transformación Del Perú!, firmado por la intelectualidad pragmática de la izquierda -lo cual no me sorprende de muchos de ellos, pero si me causa pena por una persona que respeto, académicamente, como Sinesio López. Los intelectuales deberían ser la conciencia crítica de la sociedad, y no representar a, lo que Vargas Llosa llamó: los intelectuales baratos). Un aventurero que se parece mucho al aventurero Fujimori. Un aventurero que una vez elegido puede instaurar una dictadura fascista, que sería el colofón perfecto de este país condenado por sus clases dirigentes, su clase política, y por sus propios ciudadanos.
Este proceso electoral, más allá de la apertura de un nuevo escenario político, nos ha demostrado que, una vez más, la derecha política ha fracasado. Y la izquierda también. Que no existe un horizonte utópico. Solo existe la utopía. Que la sociedad peruana es una sociedad feliz. Y los peruanos vivimos felices.
Y la felicidad es la ignorancia...
Like a rolling stone.
Luis Enriquez
Historiador
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