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sábado, 10 de abril de 2010

LET THE RIGHT ONE IN (CRIATURAS DE LA NOCHE) - SUECIA 2008

Cuando la realidad puede ser fantástica.


Eli rescata a Oskar de las manos de unos asesinos en miniatura. Su rostro cubierto de sangre son familiares para Oskar, quien recibe la imagen con una alegría inocente, propia del niño que es. Let the right one in es una película sueca del 2008, basada en el libro del mismo nombre que nos cuenta una historia de amor. Porque, en primer lugar y antetodo es eso, una historia de amor en la que los aún no púberes personajes se van descubriendo poco a poco a sí mismos. La magia de la película reside en eso. Pero hay una particularidad, un detalle, porque después de todo nada es perfecto, y eso es lo hermoso de la vida real. Eli es un ser que se alimenta de la sangre de los demás. Es una vampiresa, o por lo menos eso se puede percibir a primera vista. Entonces vamos al primer gran acierto de la película: no nos muestra al vampiro como un ser súper sofisticado, súper sexual y súper aristócrata. Let the right one in nos muestra el día a día, o debería ser la noche a noche, de lo que vendría a ser la vida de los vampiros, si existiesen, en la vida real. No hay maldiciones, no hay cruces, ni cabalgatas, ni solemnidad innecesaria. Lo que se ve es la cruel realidad de aquél que está y va más allá de lo establecido, la miseria del que se sabe diferente al resto. Las imágenes del departamento de Eli muestran así esa realidad. Pero también nos muestra el drama del aislamiento que afecta al ser humano en una etapa crucial de la vida como es la de la niñez. Oskar, un niño de doce años al igual que Eli, es producto de un hogar disfuncional, una familia separada por un divorcio en el que los padres ausentes son extraños en su vida, a pesar de estar presentes en ella. El aprendizaje de la clave morse por parte de los niños ayuda a poder comunicarse de una manera en la que las palabras ya no son suficientes para expresar los sentimientos. Las miradas, los abrazos, los mensajes escritos, son más que las palabras. Inclusive el decir adios es un paso más en el crecimiento de ambos personajes. La película no tiene una puesta en escena apoteósica ni pomposa. Muestra espacios fríos, secos, ajenos y vacíos. En eso radica también su certeza. Muestra la calle como un espacio en el que pueden convivir diferentes especímenes sin necesidad de que se conozcan los unos a los otros, sin necesidad de querer conocerse. Tiene además un desarrollo lineal concreto, sin grandes giros de historia, ni momentos forzados para que el espectador se asombre. Aquí no hay autosacrificios, ni caras bonitas que beben copas con sangre en una gran orgía postmoderna. Lo que hay es una historia real, de búsqueda de identidad y de amor infantil, acaso el más puro y desprendido de todos. Eli y Oskar se encontraron y el amor crecerá. Responden cada vez que se llaman. Se encuentran cada vez que se responden. La blancura fría, seca y hermosa de la nieve los rodea, dándole un aura mágica a sus encuentros. Ambos sienten por primera vez algo que nunca sintieron, ni Oskar con su docena de años, ni Eli con sus cientos de años. La película es una de las mejores que he visto últimamente. Es una película de vampiros, pero a la vez es una historia real, mínima e íntimista. El final es sólo el inicio de una aventura que ambos emprendieron en el inicio, en el momento de mirarse a los ojos. Ellos son la bella materialización de que la frase que dice "que fuera de este mundo nos vamos a encontrar de nuevo".

Miky Lado B