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sábado, 19 de septiembre de 2009

LA NARANJA MECÁNICA


Un capítulo y mucha sangre oh, my brothers. Esas son las diferencias entre la novela de Anthony Burgess y la adaptación que de esa novela hizo el célebre Stanley Kubrick. Un capítulo y mucha sangre, elementos suficientes para hacer de un esfuerzo loable una corta representación de una obra tan horrendamente contemporánea como la del escritor inglés. Kubrick nos sintetiza, a su manera, el libro del escritor inglés arrancándole el último capítulo de un libro que se divide en veintiún capítulos agrupados en tres partes; el objetivo, según Burgess: darle una atmósfera publicitariamente maldita y comercialmente contracultural, después de todo hay que recordar que estamos en 1971, el comienzo de una década en la que la contracultura va a ser el establishment cultural paradójicamente. La película ofrece una visión a medias, dicho sea de paso, del personaje principal y hacia el personaje principal de la novela: el joven Alexander de Large. Según la novela, Little Alex es un hooligan empedernido que disfruta de la ultraviolence y de la milk-plus que se ingiere para alterar el pensamiento y acelerar la golova y disfrutar de los placeres de la nochy junto a sus droogs. La novela desarrolla de forma desgarradora y violenta la desquiciadamente acelerada vida de un joven rebosante de adrenalina y de una energía vital que, aparentemente, quiere destruir todo; su caída, propiciada por esa misma ansia de autoridad total ejercida sobre la violencia y el despotismo –cualquier similitud con los regímenes totalitarios europeos de los años sesenta es pura coincidencia-; y, finalmente, su redención ante la necesidad de trascender más allá de la realidad que él golpea directamente en el mentón con su oozy y corta avezadamente en la mejilla con su britva y, además, a la que detesta sobremanera por ser la de una sociedad graznhy y bratchny. La película de Kubrick, si bien no traiciona la esencia original de la novela –la violencia y el antisistemismo-, trafica con un conformismo que se infiere nato y que se apoya en la destrucción del alma humana, dejándola ahí, sin opción a ser reformada o salvarla de su propia putrefacción; a los ojos de Kubrick, Alexander de Large sigue siendo el mismo pequeño animal urbano que nos acompaña durante el viaje desde el primer capítulo hasta el capítulo veinte, en el que acaba su adaptación, sin opción a salvación ni redención. A mí me da la impresión de que ambas pudieron haber formado una mejor simbiosis adaptativa, lo cual no significa que Kubrick tenga que regresar de la tumba para ofrecer Appypolly logies a la fanaticada del libro, la adaptación es buena, pero como dije al inicio, es corta. El libro de Burgess es una apelación a la naturaleza misma del ser humano y, sobretodo, de la juventud, la energía vital que quiere cambiar el mundo, aunque para eso tenga que valerse de la ultraviolence y el drencrom en la golova para con sus droogs al ataque tener que ir. ¿Y ahora qué pasa, eh?

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